RELACIONES REALES VERSUS RELACIONES VIRTUALES

Conferencia de Julian44 Andrew en Second Life en la sala de charlas de Domus Aurea, 14.01.09


¿Son las relaciones virtuales un complemento de las reales, o, por el contrario, son un sustituto?

Buenas noches a todas y a todos. 


Agradezco profundamente su presencia en estas charlas, así como a los organizadores que tan amablemente llevan a cabo eventos como este.


Probablemente algunos de ustedes me conozcan, ya que he impartido otras charlas sobre BDSM en la antigua LOB. No obstante, a pesar de que no es la primera vez que hablo en público, hoy me encuentro un poco intranquilo, no por el cambio de lugar, sino por el asunto que quiero compartir con ustedes. Francamente, siguiendo el hilo conductor del BDSM, es el más difícil de todos los que he analizado, aunque hoy no voy a hablar directamente de BDSM.
Se trata, nada más y nada menos, como punto principal de la ponencia, debatir si las relaciones virtuales son un complemento a las relaciones reales, o si, por el contrario, como me temo, se han convertido o se están convirtiendo en un sustituto de las relaciones reales.
Entiendo por relación virtual aquella que establecen dos o más personas a través del ordenador sin que medie contacto físico. Estas personas pueden verse y oírse por webcam en tiempo real, pero estar a miles de kilómetros de distancia geográfica. Hay coincidencia en el tiempo pero no en el espacio.


Y entiendo por relación real aquella que establecen dos o más personas pero en la que hay contacto físico, fundamentalmente a través del sentido del tacto. Hay coincidencia en el espacio y en el tiempo.


Son definiciones obvias, pero necesarias, ya que en una relación virtual pueden existir y desarrollarse emociones y conocimiento de la otra persona a través del ordenador, con tanta o más intensidad que en las relaciones reales con contacto físico. El que una relación sea virtual no implica ausencia de emociones o “frialdad”. Afirmo que con este tipo de comunicación y de relación se pueden sentir y transmitir muchos sentimientos hacia una persona, incluso adquirir un conocimiento muy profundo de ella, sin que nunca se hayan encontrado físicamente.


A mucha gente esto le puede parece absurdo o incluso una aberración, pero es así, como gran parte de las personas aquí presentes saben al entrar casi todos los días en Second Life. Por otro lado la transmisión de emociones a través de medios técnicos no es nueva, ya que el cine, por ejemplo, nos transmite emociones; sin embargo hasta el momento no se conoce a nadie que se ponga a conversar con los personajes que salen en la película y que éstos le respondan.
Para analizar estos asuntos me ha inspirado principalmente, aunque no ha sido el único, en la obra del filósofo polaco Zigmunt Bauman, autor de una serie de libros en los que usa la metáfora de lo líquido para reflexionar sobre la ruptura y la debilidad de los vínculos sociales y afectivos en nuestras sociedades post modernas. En concreto el libro es “Amor líquido”, editado en el Fondo de Cultura Económica. No es el único que tiene en el que analiza el problema de la ruptura de vínculos sociales, pero ese en concreto habla del amor y de las relaciones afectivas. Otros autores interesantes para esta ponencia ha sido el sociólogo americano Mark Granovetter y el antropólogo francés Louis Dumont.


Un asunto derivado es plantear si las relaciones BDSM se escapan a esa ruptura o debilidad de los vínculos sociales y/o afectivos. Aunque esto sería más bien una segunda conferencia, no trataré ahora directamente esa cuestión.


La ponencia de hoy tendrá dos partes. En la primera analizo el contexto general de las relaciones afectivas en nuestra sociedad, centrándome en las relaciones reales, las tradicionales hasta la llegada de internet. En la segunda parte analizo las relaciones a través de internet.


Vamos con la primera parte: contexto sociológico de las relaciones afectivas en el ámbito real.
Leer a Bauman para mí ha sido muy sencillo, ya que es algo que pienso desde hace mucho, pero encontrar esas reflexiones tan magníficamente expuestas por una persona que ahora tiene 90 años no deja de sorprenderme.


Aunque voy a comenzar, sin embargo, con una frase mía que pongo en mi perfil y que es una reflexión que llevo haciendo desde hace unos 20 años. Sí, sí, han leído ustedes bien, 20 años, y que sintetiza lo que quiero decir en esta ponencia. Dice así: “La mejor manera de perder a una persona es decirle que la quieres y que ella sepa que es verdad”.


El argumento central de Bauman es que los vínculos sociales y afectivos en nuestra sociedad post moderna son débiles. Ningún vínculo, fundamentalmente los vínculos amorosos, tienen garantía de duración. Las relaciones afectivas que se establecen no se basan en vínculos fuertes, sus nudos han de ser débiles, así, en el caso de que las circunstancias cambien, puedan ser desatados con facilidad sin tener que asumir ningún riesgo o los mínimos riesgos afectivos, emocionales y, por ende, económicos.


Nos encontramos, por tanto, con una contradicción muy grande en nuestra modernidad: Frente a un mundo de hipocresía, corrupciones políticas y urbanísticas, acoso de la publicidad, malas relaciones laborales, deterioro ecológico y violación de los derechos humanos, buscamos ante todo la autenticidad, la sinceridad, la transparencia, la confianza, el verdadero amor. Se desean estrechar vínculos, lazos, relaciones fuertes y duraderas. Sin embargo, a la vez, se teme tenerlas, desarrollarlas, practicarlas. Los motivos pueden ser varios, señalo de momento 3:


1º- Porque se es consciente de que esas relaciones, en el caso de fracaso, hacen daño.


2º- Porque en caso de éxito se teme por su pérdida.


3º- Porque tras un periodo de bienestar la relación sufre un desgaste.


En consecuencia para evitar tanto el dolor por un fracaso, como el dolor por la pérdida o el deterioro de la relación, se opta por no establecer un compromiso fuerte y duradero. Por lo tanto, los vínculos que establecemos han de ser lo suficientemente flojos como para romper la relación sin sufrir por ello. La consecuencia práctica en la vida cotidiana es que se debilitan ostensiblemente las relaciones sociales. Se busca la sinceridad, sí, pero, a la vez, se desconfía de la sinceridad, se desconfía de un te quiero firme, sólido y comprometido.


La inseguridad de nuestras relaciones sociales nos envuelve por todos lados. No obstante, a la vez, los gobiernos, instituciones, bancos, empresas y compañías de seguro sobre todo, nos acribillan con mensajes de seguridad y certezas. Claro, seguridad condicionada al pago de la póliza y con la tendencia política de sustituir al ciudadano por el consumidor. Fíjense en las relaciones laborales: las empresas exigen compromiso e implicación a los trabajadores para que aporten todo su esfuerzo y conocimiento; sin embargo, a la vez, la mayoría de los contratos son eventuales. De los salarios mejor no hablemos.


La cuestión es que hay una desesperación por relacionarse y, a la vez, desconfianza en las relaciones, especialmente en las relaciones “para siempre”.


Aparte de esto, nuestros criterios de valor de las relaciones se establecen con la analogía de los criterios puramente económicos, de consumo. Y me explico en esto: de la misma manera que un empresario sólo invierte dinero en aquellos proyectos que sabe con alta probabilidad que serán rentables, y al cabo de un tiempo amortizará la inversión y obtendrá beneficios, en nuestra relaciones afectivas sólo damos cariño, sólo nos entregamos, ante aquellas relaciones que nos serán satisfactorias.


Esta forma de actuar, en principio, es la lógica, ya que no vas a centrar tu atención y entregar tu amor a alguien que no lo acepta, por lo tanto sólo amamos a quien sabemos que nos amará también. Salvo el amor de las madres y los padres a los hijos, o situaciones análogas, en el amor se busca la reciprocidad. Sin embargo, la cuestión, el problema actual, no está en buscar la reciprocidad en el amor dado, sino que en cuanto surgen los primeros problemas de convivencia se califica la relación como no satisfactoria. Muchas de las personas que hablan de una ruptura de pareja ponen como único argumento explicativo que “la relación se enfrió entre nosotros”. Yo me pregunto ¿realmente la gente es tan simple y ramplona que en un asunto tan complejo e íntimo como es la ruptura de una relación afectiva, sólo es capaz de poner una metáfora climática como explicación de la misma? De verdad, me asusta a veces lo frívola que es la gente.


El ciudadano medio actual quiere una relación afectiva sincera, satisfactoria, correspondida, sí, PERO, sin asumir los riesgos que conlleva la convivencia. Hay una auténtica carencia de recursos personales, psicológicos, sociales e incluso educativos a la hora de afrontar el conflicto, y todos sabemos que en una relación, tarde o temprano surgirá algún conflicto.
Funciona en nuestras relaciones, además, una estrategia que usa la publicidad. En este sentido la compañía de teléfonos móviles Orange ha dado en el clavo: “¿Y por qué tener que elegir si lo puedo tener todo?”
¡¡¡Qué estupidez!!! Cuando optamos por algo necesariamente, a la vez, estamos rechazando algo. Nuestra sociedad de consumo crea individuos permanentemente insatisfechos. Es una cuestión de gestión de recursos: nuestros deseos y necesidades son o pueden ser ilimitados, pero nuestros recursos para satisfacerlos son limitados, por lo tanto tenemos que optar por la opción que más nos satisfaga o, al menos, por la que menos nos frustre. Jamás he visto una publicidad tan engañosa como la de Orange con ese slogan. Sin embargo qué éxito comercial, porque incentiva el deseo haciendo creer que es posible conseguirlo todo.


Si traspasamos esto a nuestras relaciones afectivas nos encontramos que cuando nos echamos novia o novio estamos excluyendo al resto del mundo. Aunque sea un compromiso a medias o, en el mundo liberal, se acepten varias parejas básicamente sexuales, hay una restricción a las demás relaciones. La pregunta es ¿se pueden mantener todas las posibilidades de relación abiertas sin sufrir un deterioro psicológico o emocional por ello? La consecuencia es que no es de extrañar la demanda de libros de autoayuda y consejos de los psicólogos.


A la sazón, muchos psicólogos aconsejan y argumentan que si lo que se quieren son relaciones duraderas, no es bueno comprometerse en exceso. ¿En qué quedamos entonces, señor experto? ¿Hace falta estudiar una carrera para decir eso? Las personas que acuden a estas consultas con este problema y que afirman que desean relacionarse, tener pareja, sentir la pasión ¿no están más bien preocupados por impedir que esas relaciones se establezcan y se desarrollen? En estas circunstancias ¿cómo establecer vínculos fuertes, por una parte y, por otra, cómo deshacerlos sin sentimientos de culpabilidad, sin riesgos emocionales?
Entra en juego entonces internet. Inicio la segunda parte de esta ponencia.


Relacionarse por internet (mundo virtual) es mucho más sencillo que en el mundo real. Si tomamos como ejemplo Second Life es muy fácil iniciar conversaciones con alguien. Otra cosa es que luego cuaje esa relación, pero en principio, debido a la facilidad de iniciar conversaciones, es más sencillo comenzar una relación. No hay más que darse una vuelta un día y seguro que se reciben muchas peticiones de añadir como amigos.




Por otro lado en el mundo virtual puedes representar el personaje que deseas sin riesgo alguno: no sales de casa, te vistes como deseas, hablas de tus pasiones íntimas incluso con más franqueza que con los amigos más íntimos de tu entorno social real, y tienes la posibilidad de desarrollar algunas fantasías que de otra manera sería bastante complicado. Es el mundo post moderno por excelencia: no se trata de explicar la realidad, sino de interpretarla, en este caso interpretando el personaje que más se desea.

Sin embargo, soslayando esta realidad del mundo virtual, yo soy de la opinión de que, salvo casos excepcionales de mala educación, las personas que habitualmente usan Second Life expresan su verdadera personalidad, igual que en el mundo real. Es decir: el que es educado en el mundo real lo es también en el virtual; y el que es un paleto que no sabe expresarse ni canalizar sus impulsos, también lo es en el mundo real.


Pero el mundo virtual tiene una ventaja sobre el mundo real, a saber: aquí te conoces o te puedes conocer antes por dentro que por fuera. El hecho de tener el anonimato da a las personas la posibilidad de poder expresarse con mayor sinceridad y poder decir y escuchar cosas que serían imposibles en el mundo real. A los que nos gusta el BDSM esto lo sabemos de sobra.


Tiene además otra ventaja: la ruptura de una relación por internet está a golpe de click con el ratón. Borras a ese nick o avatar de tu lista de amigos y se terminó el problema. Muerto el perro se acabó la rabia.


Ahora bien, el problema llega cuando de una relación satisfactoria en el mundo virtual uno de los miembros de la pareja desea iniciarla y desarrollarla en el mundo real. Y este es un problema muy serio, porque en realidad internet y las relaciones afectivas virtuales lo que nos descubre, tal vez no sea la crisis de las relaciones afectivas que he señalado en la primera parte de la ponencia, sino la enorme soledad en la que nos encontramos los seres humanos en nuestra sociedades post modernas.


Los motivos por los que alguien no quiere traspasar su relación virtual a la real pueden ser tan variados como personas. Todo lo que he dicho anteriormente respecto al miedo al compromiso es una explicación de por qué no se da el paso de la relación virtual a la real.
Pero también voy a centrarme en una razón muy habitual, a saber: muchas de las personas que tienen relaciones sentimentales por internet también tienen sus parejas reales, por lo tanto, un encuentro físico con la pareja virtual conlleva muchos problemas en la pareja real.


Uno de estos problemas es la probabilidad de una infidelidad. No es lo mismo ser ciberinfiel que infiel real. Ahora bien, hay que ser conscientes de que internet está cambiando muchas cosas en nuestra sociedad, como son las formas de comunicarse, de relacionarse y algunos conceptos que creíamos muy asentados, como es la fidelidad amorosa. A lo mejor lo que internet nos descubre es que la fidelidad no es un valor, sino solo una conveniencia. O no es un valor tan sagrado como nos han explicado, sino que es algo tan relativo como la forma de amar.

Desde mi punto de vista, si se ha realizado cibersexo con frecuencia y con la misma persona, eso también es infidelidad. De hecho en Estados Unidos ya hay sentencias de divorcio porque uno de los miembros del matrimonio pasa más tiempo con su ciberamante que con el cónyuge. El que no haya habido contacto físico no implica que no hayas sido infiel a tu pareja, porque durante mucho tiempo pensaste y te excitaste más con tu pareja de internet que con tu pareja real. Se agrava la situación si se da el caso de que la pareja real no cubre las necesidades afectivas o sexuales y se busca en internet para satisfacerlas. Discúlpenme, pero yo a eso también le llamo infidelidad.


Pero claro, del dicho al hecho hay mucho trecho. Mientras la relación no salga de internet se puede mantener la vida familiar y conyugal con normalidad. El tiempo que alguien pase en el ordenador corresponde a su tiempo de ocio o de intimidad en la privacidad de su hogar. Por muy intensa que sea la relación virtual llenando huecos emocionales, afectivos o sexuales que no cubre la pareja real, mientras permanezca en el mundo virtual habrá menos compromiso que en el mundo real y, además, no se deteriora con la convivencia, ya que durante el tiempo que se está conectado uno saca lo mejor de sí mismo. Se puede ser una elegante princesita o un gentil caballero estando en pijama.


Obviamente si alguien no puede o no quiere sacar su relación de internet, nadie le puede obligar o coaccionar. En este asunto las personas hacen un cálculo de riesgo, según los criterios económicos que he aludido antes. Si el cambio produce más ventajas que inconvenientes la persona se puede plantear traspasar la línea que separa lo virtual a lo real; en cambio si es al revés entonces se permanece en el mundo virtual.


Ahora bien, el problema está en si tras ese cálculo hay más ventajas que inconvenientes, es decir, si pasar al mundo real no implica un riesgo excesivo, no se tiene nada que perder por conocerse en real. Lo lógico en ese caso sería que las personas se atrevieran a pasar al mundo real, siempre y cuando, obviamente, se cumpla una condición fundamental: las personas han de gustarse, han de tener confianza, han de mantener la pasión. Si no es así la decisión lógica es no dar el paso.


Un temor muy grande y muy habitual es que en las relaciones virtuales nos formamos una idea de la persona que tal vez luego no coincida con la realidad. Y no me refiero sólo a la cuestión obvia de la apariencia física. Aquí todos los avatares son monísimos y elegantísimos. El temor está en la posibilidad de que tras un tiempo (semanas, meses, a veces incluso años) de relación virtual satisfactoria, toda la magia se venga abajo en un instante, en una sola visión de una foto o una imagen de webcam. En esa circunstancia la gente, por regla general, prefiere no salir de internet a pesar de que el paso al mundo real no implique ningún riesgo. No digamos ya si hay que desplazarse de ciudad ¿qué pasa si al vernos no nos gustamos? Ese riesgo está siempre presente.


Pero en este análisis voy más allá. Y pongo el caso de personas que se han visto por foto, webcam, hablado por teléfono, se siguen gustando, se mantiene la confianza y no hay riesgos para las relaciones reales que se tengan en su contexto social. En teoría, sólo en teoría, en estos casos se podría pasar al mundo real sin problemas. Sin embargo no es así, la gente, por regla general, no se atreve a dar ese paso, a pesar de tener todas las condiciones a su favor.
Afirmo entonces que funciona el miedo al compromiso que he explicado en la primera parte de la ponencia; el miedo a los lazos fuertes; el miedo al dolor por un fracaso o una decepción al no ser la persona como uno se imaginaba; y el miedo, hay que decirlo también, al éxito. Nietzsche decía que tener miedo al amor por la posibilidad de que haya un fracaso (y todos los fracasos duelen) eso es cobardía. Pero es que en estas estamos.


Voy concluyendo. Regreso a la pregunta inicial.


Las relaciones virtuales ¿son un complemento de las reales o se están convirtiendo en un sustituto? Obviamente no se puede afirmar que las relaciones reales van a ser sustituidas por las relaciones virtuales, ya que el ser humano es un ser social por naturaleza. La fuerza que tienen los gestos, las miradas, el tacto, la voz en directo, no la proporciona la relación virtual. Ahora bien, es un hecho que la llegada de internet está implicando unos profundos cambios en nuestra sociedad, en consecuencia hay que añadir las relaciones virtuales que se generen como una relación más. Habrá que tener en cuenta a nuestros amigos o amantes virtuales como parte de nuestra intimidad y red de amigos, tal vez incluso al mismo nivel que las relaciones con nuestros amigos o nuestros familiares e incluso con un importante nivel de influencia.


El peligro está en que muchas personas sustituyan la relación real por la virtual y esta es una realidad cada vez mayor. Una relación real, en el fondo, da mucho trabajo y sufre un desgaste; el desgaste de una relación virtual, en cambio, está a golpe de click.


Se me puede decir que es mejor follar con alguien real que masturbarse chateando; que una mirada de un momento romántico no la supera una visión por webcam; que una caricia real no la supera una palabra poética en la pantalla. Sí, absolutamente cierto todo eso. Pero, DESGRACIADAMENTE, el miedo de la gente al compromiso, el miedo a romper el encanto de la ficción creada con un elegante y bello avatar, el miedo a que la persona real rompa la idealización de la persona virtual, vence a la experiencia de la cópula, de la mirada, de la caricia, del perfume en el cuello, de la voz susurrante en el oído.


La actitud de no comprometerse en exceso, tener vínculos sentimentales débiles, es, efectivamente, una protección contra el dolor. Sin embargo también hay que reconocer su efecto contrario: es un muro contra el placer.


En asuntos amorosos pienso, estoy convencido de ello, es mejor que ocurra algo, aunque salga mal, a que no ocurra nada. En realidad, en la vida de lo que nos arrepentimos de verdad es de lo que no hemos hecho. Con la perspectiva del tiempo es ese recuerdo de los amores que hemos tenido y a los que nos hemos entregado lo que nos enseña, lo que nos da la experiencia y el conocimiento. Porque el amor y el sexo, aunque sean dolorosos y con fecha de caducidad, por mucho que me digan los mojigatos puritanos, están por encima de la amistad.


Queda la cuestión derivada de si las relaciones BDSM escaparían a esta situación de miedo a los lazos fuertes. Por un lado podrían escaparse, ya que la relación BDSM es tan especial y específica que se basa justo en eso, en los lazos fuertes. Una persona no se deja atar o azotar, por poner dos prácticas empleadas, sin tener plena confianza en esa persona. Sin embargo estamos en el mismo contexto social, por lo tanto las relaciones BDSM estarían en la misma situación de fragilidad que cualquier otra relación. Pero este debate lo dejo mejor para otra ponencia, ya que esta me ha salido muy larga.


Pido disculpas por la longitud de la ponencia, pero creo que merecía la pena desarrollar bien el tema. Gracias por su atención y ahora es su turno. Si tienen que hacer alguna pregunta, sugerencia, comentario o crítica estamos a su disposición.
Muchas gracias.


Julian44 Andrew